Un informe de síntesis que llegará en septiembre unirá todos estos contenidos. Pero no hace falta esperar hasta entonces para saber lo que debemos hacer. Nos lo dice ya el documento que acaba de salir.
No viene mal recordar que, por la propia naturaleza de los informes del IPCC, no hay nada nuevo en ellos: son esencialmente revisiones de la literatura científica, con una priorización o énfasis en los aspectos más consensuados. Para los que siguen las investigaciones u otras fuentes expertas (o como mi blog, por ejemplo) no hay nada revolucionario. Los que no la siguen pueden encontrar una visión muy completa y objetiva de lo que sabemos y lo que no sabemos acerca de este tema.
Lo malo es que el texto, incluso el resumen para políticos, es complejo y denso, no demasiado sencillo de leer. Tratando de facilitar la tarea, este artículo constituye un resumen en el que subrayo las cuestiones más relevantes, o menos conocidas.
Para los que quieran ir más allá, recomiendo leer no el resumen para políticos, sino el resumen técnico del nuevo informe. Este segundo es más largo, pero menos mediatizado por los intereses políticos, y más completo.
Al comienzo del resumen técnico hay una tabla interesantísima que muestra la situación en términos optimistas y pesimistas; resume muy bien y da una visión muy realista de este tema. También cubre aspectos curiosamente no mencionados en el resumen para políticos, pero fundamentales, como el comercio internacional o la fuga de emisiones.
La reducción de emisiones debe empezar ya
El primer gran mensaje del informe es que, aunque la tasa de crecimiento de las emisiones se ha reducido algo en la última década, siguen aumentando. Ya son un 54 % mayores que en 1990. Y ya hemos consumido casi todo el presupuesto de carbono que nos queda para llegar a un calentamiento de 1,5 ℃ con una probabilidad mayor del 50 %.
Por lo tanto, y este es el segundo mensaje relevante, si queremos no superar este grado y medio tenemos que ponernos a reducir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero ya (de forma “profunda, rápida y sostenida”), de forma que 2025 marque el máximo de emisiones, y en 2030 las reduzcamos entre un 13 y un 45 %. En 2050 tendríamos que reducirlas entre un 52 y un 76 % para llegar a la neutralidad climática en esa década.
Si dilatamos las reducciones consumiremos más rápidamente el presupuesto, y por lo tanto tendremos que llegar a la neutralidad antes. Y eso sin entrar en el lock-in, es decir, el problema de construir edificios o industrias ahora, basados en tecnologías intensivas en carbono, que nos aten a unas emisiones elevadas durante mucho tiempo.
En este punto, el IPCC constata que hay una brecha entre lo que tenemos que hacer, esta reducción de emisiones, y lo que se promete por parte de los países en sus contribuciones nacionales al Acuerdo de París. Si solo cumplimos con estas promesas, el calentamiento esperado en 2100 será de 2,8 ℃.
Y el informe nos recuerda que hay otra brecha de implementación entre las promesas y la realidad política. Así que la tarea política es enorme, incluso mayor que la tecnológica. Porque ya contamos con muchas tecnologías viables para la transformación, algunas de ellas ya competitivas (como la fotovoltaica o la eólica). Pero tenemos que hacer mucho más.
¿Cuáles son las actuaciones prioritarias?
En primer lugar, el ahorro y la eficiencia, que según el IPCC puede suponer entre un 40 y un 70 % de la reducción a 2050. Esto incluye cambios en ámbitos como los siguientes:
En las infraestructuras. Por ejemplo, para hacer edificios que no consuman energía o para reducir las necesidades de movilidad.
En las tecnologías de uso final. Empleando vehículos eléctricos o más eficientes, etc.
De comportamiento y socioculturales. Aquí se incluyen cambios de dieta, que no son milagrosos, pero algo ayudan, y ajustes en la climatización en edificios.
Economía circular. Aumento de la eficiencia en el uso de materiales.
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